Reseña de Vikings Gone Wild

Vikings Gone Wild es un juego creado por Julien Vergonjeanne para la editorial Lucky Duck Games. Se trata de un deck building en el cual nos ponemos al mando de una aldea vikinga. Al comienzo del juego nos vamos a concentrar en construir nuestra aldea, añadiendo edificios, pero a medida que nos hacemos más poderosos empezaremos a atacar las aldeas vikingas de nuestros oponentes para obtener aquello que más les gusta a los vikingos, los puntos de victoria.

Vikings Gone Wild fue financiado por un exitoso kickstarter que recaudó más de 230.000 dólares de cerca de 3.000 bakers. Como suele ocurrir en estos casos nos encontramos ante una caja llena hasta arriba de componentes, sobre todo cartas, pero también un buen puñado de tókens, recursos de plástico (barriles de cerveza y lingotes de oro) y un tablero.Todo el material es de buena calidad y con un arte muy llamativo. Desplegado en mesa ocupa mucho espacio ya que además del tablero con todas las cartas disponibles para compra tendremos que disponer de espacio para desplegar nuestra aldea.

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El juego en sí es muy sencillo, en nuestra mano inicial tenemos cerveza, oro y hachas, con eso tenemos que ir comprando cartas de los diferentes stocks disponibles. Por un lado tenemos vikingos especializados en atacar o defender, por otro lado tenemos los edificios que podemos ir añadiendo a nuestra aldea. Las cartas de vikingos van a nuestro descarte pero las cartas de edificio se quedan bajadas en nuestra mesa de forma que tendrán un efecto permanente durante toda la partida.

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Además hay un mazo del cual van saliendo cartas a un stock del que podremos adquirir personajes y objetos diversos. Por último tenemos un pequeño mazo de cartas muy potentes que se pueden obtener directamente cuando nuestro contador de puntos pasa por determinadas marcas.

A lo largo del juego se obtienen puntos por construir edificios, comprar determinadas cartas, alcanzar unos objetivos inmediatos, atacar a tus vecinos o defenderte de ellos. El juego termina automáticamente al final de la ronda en la que un jugador llegue a una determinada cantidad de puntos que depende del número de jugadores. Se añade una puntuación por objetivos de fin de partida a los ya obtenidos y el vikingo con más puntos de victoria será el ganador de la partida.

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El juego como digo en el primer párrafo parece bastante dirigido. En las primeras rondas te va a interesar sí o sí construir edificios de producción y almacenes, para acumular material suficiente que te permita comprar las cartas de vikingo tochas. Estas cartas te van a permitir atacar las aldeas vecinas, o defenderte de sus ataques.

Lo divertido del juego debería ser esta fase de ataques, pero en la práctica resulta un poco soso pues la pérdida por ser atacado no es realmente muy grande y sin embargo defenderte exitosamente de un ataque si te reporta una suma de puntos desproporcionada. Además ser el primer jugador de una ronda te puede dejar demasiado expuesto a los ataques de tus rivales, pues te pueden dejar sin cartas en el primer ataque, teniendo el último jugador de la ronda la ventaja de encontrarse con sus rivales ya desgastados.

En definitiva, nos encontramos ante un deck building con una producción destacable y con muy buenas ideas, pero que no termina de enganchar por la falta de decisiones a la hora de construir los mazos y por la falta de emociones a la hora de realizar ataques.

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